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Educación
- El sistema entra en crisis
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El
período que se extiende desde
mediados de los 50 hasta comienzos de
los 70, constituye uno de los momentos
más dolorosos para el proceso
educacional, sólo superado por
la posterior etapa de la dictadura militar.
Durante ese lapso se mantuvo un movimiento
de carácter inercial que permitió
al sistema educativo continuar expandiendo
su cobertura y afianzando su posición
dentro del contexto social: la enseñanza
media -especialmente la secundaria-
se constituyó así en la
continuación casi normal de los
estudios primarios, en tanto la Universidad
de la República aumentó
su matrícula en importante proporción.
La
educación -empero- no podía
estar desligada del proceso social que
el país vivía; la crisis
económica iniciada a mediados
de los 50 afectó no sólo
el nivel de vida de grandes sectores
sociales, sino que condujo por un lado
a respuestas violentas de diverso orden
(desde manifestaciones y huelgas hasta
la organización de una guerrilla
urbana) y por otro lado a una represión
estatal violenta y poco selectiva.
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Los
componentes del sistema educativo se vieron
envueltos en esa dinámica: estudiantes,
maestros, profesores y autoridades educacionales
se enfrentaron en reclamos, protestas y medidas
represivas que determinaron un rápido
deterioro del sistema que ya presentaba síntomas
de grave decaimiento, claramente señalados
en el lúcido diagnóstico de
la CIDE-CCEE. Los rendimientos del sistema
eran muy bajos considerando el largo proceso
que el mismo había experimentado desde
principios de siglo: la cantidad de educación
no se correspondía con un buen nivel
de calidad, pese a que -paradójicamente-
el nivel de inversión alcanzado por
ese entonces fue uno de los más altos:
3.15% del PBI en el año 1965.
El
gobierno nacional simplificó la visión
de la crisis que atravesaba la sociedad
y la educación, ofreciendo una visión
maniqueísta en la que él representaba
el bien y los sectores desconformes de la
sociedad encarnaban el mal (especialmente
los que se constituían en ideólogos
de esa maldad: educadores, intelectuales,
líderes sindicales, estudiantes).
La solución de la crisis debía
-en consecuencia- proceder de un mejor contralor
ideológico de la sociedad y, por
lo tanto, de una férrea dirección
del sistema educativo: la Ley de Enseñanza
de 1973 fue el instrumento idóneo
para terminar con toda autonomía
educacional y toda posibilidad de protesta
ó rebeldía.
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